Para observar el cielo y saber si los astros prometen tiempos mejores o peores que el presente, se requieren unas mínimas condiciones ambientales que no suelen darse en las ciudades modernas, pues, sus bosques de rascacielos impiden ver bien su luz. Ahora sabemos, sin embargo, que la Tierra gira alrededor del Sol, y no al revés, aunque siga pareciendo lo contrario. Disponemos de sofisticados instrumentos y libros de datos que indican qué pasa en el cielo y cómo están los astros, aunque no los veamos ni miremos ya como en otros tiempos y lugares. El astrólogo usa hoy las Efemérides para saber la posición de cada astro día a día, siendo su referencia los signos del Zodíaco, estipulados en el convencional y cómodo número de doce desde hace siglos. Pues, circundando el borde de la Eclíptica, el Zodíaco es la frontera del sistema solar y telón de fondo sobre el que se mueven y proyectan los ciclos de los planetas, del Sol y la Luna, desde la Tierra.

El Sol, a través de su figurado viaje con el Zodíaco como cortina o pantalla donde se proyecta, cual película filmada desde aquí abajo, la eternidad del Cosmos, lleva el compás de la existencia humana marcando su tiempo. Cada día que avanza el Sol y da un paso más allá, sigue configurándose acá abajo un mes, un trimestre, una estación, un año, un lustro, una época... Pero, el pulso de la vida en la Tierra no está marcado sólo por el día y el Sol, sino también por la Luna y la noche, por los movimientos de rotación y traslación de la propia Tierra y por la precesión de los equinoccios que tienen lugar en ella. Así, cada vez que despunta el alba en Oriente llega el crepúsculo a Occidente, y cuando es otoño aquí, allí, es primavera.

Suponemos que nada cambia en el Sol, la Luna o el resto de los astros, cuando en la Tierra el cielo está más claro, más oscuro, o hace frío en vez de calor. Nada relevante sucede en el firmamento cuando un ser humano nace, vive, muere o viaja a las estrellas. Quizá el cielo no sufriese una pérdida importante si la Tierra abandonara un día a su familia cósmica. Pero a ella, y más aún, a sus criaturas, les influye lo que ocurre en el cielo, pues estamos bajo el efecto del Sol y la Luna, si no del resto de planetas y estrellas. Vivimos, si no a su merced, sí gracias al cielo que nos rodea impulsando y permitiendo la vida en el planeta. La Luna y el Sol, la noche y el día, el invierno y el verano, la lluvia o el buen tiempo, nos influyen hoy como siempre, espiritual, material, psíquica y físicamente. Aunque lo olvidemos y siempre que queramos podamos poner al mal tiempo buena cara, o viceversa. En una época como la actual, en la que se supone que hemos crecido y madurado lo bastante como especie pensante y que, por ello, debiéramos ser un poco más dueños de nuestro destino, no deberíamos abandonarnos totalmente a merced de la divinidad, de la técnica ni de los astros. Si lo hacemos, utilizaremos mal las herramientas que el universo pone a nuestra disposición para progresar. Envejeceremos sin crecer y contaminaremos de superstición al Arte, a la Ciencia, a la Religión, a la Astrología... Haremos uso erróneo de nuestros conocimientos y, éstos, podrían volvérsenos en contra. Aprovechemos bien nuestros recursos…