Hace tiempo que la Astrología, hermana mayor de la Astronomía, fue catalogada como superchería y desacreditada por las sociedades científicas y eclesiásticas, que nunca acabaron de mirar bien a quienes la ejercían. Al astrólogo se le tachó de brujo, se le temió y envidió por sus supuestos poderes ocultos, pero eso no fue óbice para que diversas gentes, reyes, jefes de estado y papas incluidos, le consultaran a menudo, cosa que todavía sucede en nuestros días. ¿Quién no leyó alguna vez, aún de soslayo, el horóscopo del periódico? Queramos o no, la Astrología forma parte del bagaje cultural de la humanidad, de sus creencias más ancestrales y arraigadas, aunque desde luego, sería un error abordarla como quien se acerca a una ciencia exacta.

Podemos ubicar su origen entre los caldeos y definirla como un antiguo sistema organizado para navegar a través del pasado, del presente y del futuro, prevenir acerca de posibles situaciones previamente anunciadas y calcular pronósticos, mediante la observación de los astros y las relaciones que describen entre sí, respecto al ser humano. Un arte basado en la observación de lo de afuera para ir adentro, inspirado en la contemplación de lo universal para llegar a lo individual, al centro de uno mismo. Una ciencia esotérica, simbólica, humanista, no exacta, pero con herramientas, reglas, método y lenguaje bien definidos, y con una serie de símbolos herméticos que sólo puede descifrar el astrólogo pues resultan tan incomprensibles al profano como una partitura al farmacéutico, una fórmula química al músico, o éstas, al propio astrólogo.

La Astrología estudia la relación entre los astros y el hombre, interesándose en cómo pueden influir aquéllos en la esencia y conducta humanas. Lo que pretende no es observar el espacio exterior en sí mismo, ni saber si existe agua o vida allá afuera, ni tampoco viajar al cosmos y conquistarlo sino, desde allí, desde el espejo sideral en el que el mundo entero se mira, llegar al centro de uno mismo, tocar el alma del hombre, raza, estirpe, o cualquier otro suceso que nazca en un preciso instante y lugar. Porque para el astrólogo todo gira alrededor de la Tierra, y más aún, del hombre, y observa a los astros como a viejos dioses del cielo, como arquetipos universales que también moran en la mente humana y le ayudan a conocerla, para poder mejorar así el futuro del hombre. La máxima del astrólogo es la misma que la de los filósofos helenos y la que presidía también el oráculo de Delfos, en el templo de Apolo: "Conócete a tí mismo".

La Astrología no parte del heliocentrismo sino del geocentrismo, y más aún, del antropocentrismo. A partir de la hora, fecha y coordenadas terrestres en que se produce un evento, el astrólogo averigua las posiciones que los astros tienen respecto a ese lugar de la Tierra en ese preciso instante, y las proyecta sobre un círculo dividido en doce secciones cuyo margen simboliza a la Eclíptica. Y así es como traza un Horóscopo , Cosmógrafo, Mapa Natal o Carta Astral, interpretando luego sus signos y elaborando por fin una prognosis. El gráfico resultante, la Carta Astral, registra de este modo un momento único, una fotografía del firmamento tomada desde la Tierra en un instante determinado que revela la naturaleza de ese instante. Una instantánea que capta, sincrónica y simbólicamente, el carácter y tendencias naturales de un individuo, generación, época o país, y los períodos cruciales por los que pasará en su vida, según sean las posiciones planetarias en el momento en el que nace ese individuo y es tomada la foto de su cielo natal.

Cuando el astrólogo analiza el papel que un planeta tiene en una Carta Astral, en la vida de un individuo, no analiza el influjo real que el astro pueda tener como tal, sino que le otorga un poder simbólico que fluye del mismo nombre del astro y de su mito: Venus es la forma de sentir la belleza, el amor o el deseo que hay en un ser humano y su modo de disfrutarlo; Marte, su impulso guerrero y agresivo y la manera en la que usa su energía... Pero, ¿puede existir ciertamente una relación entre lo que se mueve en el cielo, ya sea entidad divina o planetaria, y la vida humana? Tal parece que sí porque, siempre hay un vínculo entre el hombre y los mitos y creencias que él mismo produce. Además, el medio en el que éste vive también le influye, y su ámbito sideral es el sistema solar, esa zona de nuestra galaxia de la que formamos parte junto a otros astros. La Astrología sólo dejará de existir cuando el hombre se libere de todos sus mitos y del influjo del medio en el que vive, o cuando deje de preocuparle su pasado, presente, futuro, y hasta él mismo. Pero, ¿existe realmente el pasado, el presente y el futuro? ¿Qué es el tiempo?